lunes, 13 de diciembre de 2010



Era una mañana cálida, de mediamos del mes de mayo. El sol brilla con todo su esplendor y se reflejaba sobre la tenue piel que bañaba mi rostro y mis sonrojadas mejillas.
Como no, la blusa de rallas, ambiente marinero, olor a mar, sabor a humedad. Sí, desde lo alto del castillo podía contemplar la inmensidad del mar. Podía ver, como accedían pequeños veleros al puerto, como extranjeros y gente del interior paseaba asombrada por el paseo marítimo, veía a los pescadores en su máximo esplendor.
Cerré lo ojos, sentía como cada ráfaga de viento impactaba sobre cuerpo, sentía el bailar de mis ropajes y como se iba despeinando mi pelo. 

Y sonreía, ¿mirando a qué? ¿mirando a quién?

Me gusta, me gusta esto.

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